Los cuentos son maravillosos, son el juguete perfecto, lleno de fantasía y además autorizados para cualquier ocasión por los adultos… ¡hasta tienen inmunidad en las aulas!
Además de los pequeños cuentos troquelados, con sus ilustraciones humildes1 de autores como María Pascual o Ferrándiz, recuerdo con especial cariño dos ediciones recopilatorias, una de mi hermano, Cuentos de los hermanos Grimm, y otra mía, Cuentos de Andersen, que sabiamente nos habían dejado los Reyes. No se trataba de nada lujoso como las editadas recientemente por Taschen2; eran mucho mejores, porque mi madre, que siempre fue muy creativa, nos las leía a la hora de comer, mientras nosotros escuchábamos atentos historias con hilanderas, gatos con botas y casitas de chocolate y tragábamos en silencio como monjes cistercienses en el refectorio; con su amorosa lectura3 convertía las comidas que detestaba en exquisitos manjares alimentando literalmente nuestro cuerpo y vitaminando nuestra imaginación sin necesidad de deslumbrantes ilustraciones.
En cambio, mi madre no le tenía el mismo aprecio a los Superhumor que nos dejaron Sus Majestades de Oriente en años sucesivos. Era cero comprensiva cuando queríamos seguir leyéndolos a la hora de comer; debía de aborrecerlos por no tratarse de historias tiernas y moralizantes, así que se los dejaba alegremente a vecinitos poco responsables que nos los devolvían rotos y tarde, en el mejor de los casos. A mí esto me ponía de supermalhumor, ocasión que aprovechaba mi madre para explicarnos lo que no debíamos hacer nosotros y la importancia del perdón.
Gracias mamá y ¡feliz cumpleaños!
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Nada de cuentos ilustrados por… David Hockney. ↩
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Libros como The Fairy Tales of the Brothers Grimm o The Fairy Tales of Hans Christian Andersen, que ya me hubiese gustado haber encontrado un poco antes y recomendarla en el calendario de Adviento del año pasado porque el texto va acompañado de algunas de las obras gráficas de ilustradores que adoro como Walter Crane y Arthur Rackham. Este año han editado Cuentos de invierno, que rinde homenaje a los relatos de temática invernal para leer tomando un colacao calentito con magdalenas y una manta. ↩
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Corto y pego: «La lectura de cuentos enriquece la vida interna del niño porque las fabulas se desarrollan de un modo que el pequeño comprende, satisfacen sus inquietudes y le ofrecen ejemplos de soluciones a sus conflictos. A través de las historias el niño experimenta sentimientos nuevos como la justicia, fidelidad, afecto, valentía. y debe tener un final feliz porque así proporciona el alivio y energía para enfrentarse con sus sus problemas o dificultades.» ↩