¿Qué ocurre cuando una escultura aparece rota o ha sido maltratada como comentábamos al final de la entrada de ayer? Igual que durante tres meses se aplaudió con agradecimiento al sector sanitario a las ocho, hoy podríamos rendir un pequeño homenaje a todo el personal de restauradores y conservadores que son los médicos y los enfermeros que curan las estatuas.
El gran Bernini, que estaría hoy de cumpleaños, fue un gran doctor escultor y restaurador; cuando era joven y debía estar de residente1, le asignaron una estatua que apareció en las termas de Diocleciano desnuda y sin pedestal y le proporcionó algo más que una camilla, el colchón de mármol más mullido de la historia del arte. El paciente adormilado era el hijo de Hermes y Afrodita, su nombre es una mezcla del de sus padres y su cuerpo una fusión de dos sexos, el de Hermafrodito y el de una ninfa que se encaprichó de él y pidió a los dioses que los unieran para siempre. El código ético actual del gremio de la restauración jamás hubiese permitido que a este dios/diosa se le incrustase un colchón para la eternidad porque se incumplirían criterios básicos (actuar con la mínima intervención; de discernir la restauración de la obra original y de la reversibilidad). Sin embargo los añadidos históricos de Bernini se han mantenido y los podemos ver en el Louvre, porque son de máxima calidad y además ilustran la manera en que se trabajaba.
La escultura de Adán de Tulio Lombardo2 tuvo la suerte de ingresar directamente en la UCI del MET cuando, en 2002, de modo inesperado cedió su pedestal. El pronóstico era muy grave. La labor comenzó con el estudio de la escena del crimen, se fotografiaron todos los fragmentos y el equipo de restauradores trabajó durante doce años ensamblando las veintiocho piezas y la multitud de fragmentos con técnicas de mapeado con láser en 3D y adhesivos acrílicos para que la escultura del primer hombre y la primera escultura de desnudo clasicista veneciano recobrara su salud.
El caso más sonado de error médico-restaurador que hubo que revertir hace sesenta y tres años fue al grupo escultórico de Laocoonte y sus hijos, ¡como si los pobres ya no tuviesen bastante sufrimiento! En 1506 cuando se recuperó en Roma, el propio Miguel Angel tuvo el placer de reconocer la obra descrita por Plinio y por Virgilio3 y, al estilo del Doctor House, o del doctor Shaun Murphy, se decide com primer diagnóstico que el brazo del sacerdote troyano debía permanecer extendido enfatizando la situación dramática de dolor; como el pobre Laocoonte tenía una serpiente al cuello aguantó su grito ahogado de padre doliente hasta que apareció el brazo doblado4. Con la articulación en la posición correcta el dolorido Laocoonte se puso en manos del escultor Fabio Viale que reinterpretó su desgracia con un tatoo5 consguiendo un contraste entre la belleza clásica y la moda del tatuaje.
Metáforas aparte, la escultura es un arte que necesita estudiar anatomía por necesidad; antes de que se pudieran consultar las ilustraciones de De Humani Corporis Fabrica de Andrés Vesalio6 los escultores antiguos se habían preocupado profundamente por el cuerpo humano y parece ser que en el Gálata Moribundo7 además de tratar con inmenso respeto al enemigo derrotado, el artista esculpió con detalle los tendones que se tensan únicamente en el momento en que la persona va a morir y que se necesita de todo el oxígeno posible.
Con menor interés por la belleza ideal y mucha preocupación por la anatomía por su vertiente de rentabilidad, Madame Tussaud montó un negocio de esculturas de cera aprendiendo la profesión de su tutor, un médico que modelaba cuerpos para enseñar anatomía a los estudiantes de Medicina. Su habilidad y ambición mejoraron tanto que llegó a recibir las cabezas recién guillotinadas para hacer sus reproducciones en cera8.
Y hablando de pasar por la guillotina, del control del la anatomía, de parecer un muñeco de cera y rentabilizar la escultura ¿cómo podríamos olvidar mencionar a Orlan9, la primera performer que realizó cirugía estética como medio de expresión artística en su propio cuerpo? ¿o la primera mujer que trabajó las hibridaciones fue la ninfa Salmacis cuando fusionó su cuerpo con Hermafrodito?
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Bernini, que hoy cumpliría cuatrocientos veintidós años, recibió 60 escudos al inicio de su carrera por acostar en un colchón de mármol que parece mullido de verdad, convirtiendo a Hemarfrodito en una maestra de la colección del Cardenal Borghese. ↩
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La escultura de Adán estaba pensada para la tumba del dogo Andrea Vendramin que probablemente murió de una de las epidemias de pesteque asolaron Venecia en 1478. ↩
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Con el placer añadido de descubrir que no había sido esculpido de una pieza y que su David sí era “ex uno lapide”. ↩
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Desde 1525 a 1957 el brazo de Laocoonte permaneció restaurado en la dramática hipótesis extendido y tas localizarse en 1906 el brazo que faltaba por Ludig Pollak y se le recolocó en 1957 tal como aparece ahora ↩
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El artista realiza tatuajes de verdad sobre las estatuas con pigmentos químicos que se expanden en el mármol. En esta obra desaparecen los hijos y Laocoonte se tatúa el infierno de Dante según la versión de Giovanni da Modena en lSan Petronio, Boloña. Este grupo de figuras dolientes ya había inspirado a Girard, Bernini, Miguel Angel e incluso Dickens lo utiliza para describir a su personaje de Cuento de Navidad. ↩
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Se le considera el fundador de la anatomía moderna. El estudio de su anatomía forense 1543 “De humanos corpus fabrica” se lo dedicó a Carlos V. ↩
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Lord Byron dedicó una poesía a la escultura de Pérgamo: "Veo ante mí al gladiador yacente: / se apoya en su mano; su ceño viril/ acepta la muerte, pero vence a la agonía, / su inclinada cabeza se hunde poco a poco, / y, a través de su costado, las últimas gotas, fluyendo lentamente / de la roja llaga, caen pesadas, una a una, / como al comienzo de una tormenta". ↩
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Si sois mentes curiosas y queréis saber más de Marie Tussaud y su museo de cera pinchad aquí ↩
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Entra a su quirófano con ropa de diseñadores y sus intervenciones fueron para imitar la ceja de la Gioconda, parecerse a la Venus de Botticelli o la mirada de Psique de Gerome. ↩
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