Hay un programa que me gusta ver y comentar con mi madre sobre la vida de las grandes sagas de famosos porque hace un repaso por la trayectoria familiar de las celebrities y en ocasiones revelan detalles desconocidos que aclaran su carrera profesional.
Indagar en los lazos de sangre de muchos escultores nos ayudarían a comprender mejor sus obras, así al conocer los secretos y traumas familiares de la francesa Louise Bourgeois, en sus esculturas de arañas gigantes bajo la apariencia de monstruos, en lugar de asustarnos como con uno de los personajes arácnidos de Tolkien (Ungoliant, o su última hija Ella-laraña) veríamos un homenaje a la magnífica relación que tenía con su madre. La araña, para Louis, era el símbolo de la profesión de tejedora de su madre, que sentía protegida bajo sus telas de araña que a la vez limpian el espacio de insectos transmisores de enfermedades. Ella misma decía que su Maman era «el hilo de la vida, el hilo de araña que la madre corta». En este enlace podéis ver un testimonio de la honestidad de sus miedos y como nos da su opinión sobre el sentido del humor de su padre mientras pela una naranja1.
Otra artista, que entiende el arte como terapia, con una autobiografía igual de interesante que espeluznante para un debate televisivo es la de la princesa de los lunares Yayoi Kusama, no por ser la precursora del arte pop, ni por escribirse con Georgia O’Keeffe, ni por haber conocido a Dalí, Claes Oldenburg o Warhol, ni por sus montones de obsesiones que la han llevado a recluirse en un psiquiátrico voluntariamente sino porque conociendo su origen familiar2, de cómo pasó su infancia entre las semillas de los viveros que tenían sus padres y de que tenía 16 años cuando Estados Unidos lanzaba sobre Japón las pumpkin bombs se podría explicar su fascinación por el reino vegetal y sus esculturas de calabazas.
Un programa de televisión sobre la familia Della Robbia sería de los que más audiencia tendrían para un especial de Navidad por el efecto atractivo de sus esculturas y por la idea de transmitir la receta secreta de sus creaciones a través de varias generaciones. La primera parte de Lazos de Sangre Della Robbia I estaría dedicado al patriarca Luca Della Robbia, contemporáneo de Brunelleschi3, Masaccio, Donatello y Ghiberti. El fundador de la saga, ya venía de una familia dedicada a los trabajos textiles4 fue el creador de una técnica que no conocían los clásicos: utilizó el barro que extraía del río Arno para esmaltarlo y darle un color espectacular a sus creaciones tanto de interiores como de exteriores. La segunda parte Della Robbia II se centraría en Andrea di Marco Della Robbia, que abandona el estilo narrativo y simbólico de su tío por un mayor naturalismo, haciéndose cargo de la expansión del taller, de la fama, del incremento de ingresos y de transmitir el legado a la tercera generación. La parte Della Robbia III estaría dedicada a los sobrinos nietos de Luca en especial a Giovanni Della Robbia que rompió la tradición del bicromatismo agregando nuevos colores azul y a los imitadores de su estilo de vistosas guirnaldas de frutos y vegetales como el taller de Buglioni5.
Hoy echo de menos abrazar mi mamá araña protectora, fuerte y única como una calabaza y que consiguió con su estilo y tradiciones unirnos a tres generaciones. Felicidades mamá ❤️.
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Con ocho años Louise después de discutir con su padre hace su primera escultura en miga de pan con fin terapéutico. Louise utilizó como inspiración de su arte las infidelidades de su padre. ↩
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Para comprender mejor esta ambigüedad Louise dice: “La Araña es una oda a mi madre. Ella era mi mejor amiga. Como una araña, mi madre era tejedora. Mi familia estaba en el negocio de restauración de tapices, y mi madre estaba a cargo del taller. Igual que las arañas, mi madre era muy astuta. Las arañas son presencias agradables que comen mosquitos. Sabemos que los mosquitos esparcen enfermedades y por lo tanto, no son bienvenidos. Entonces, las arañas son proactivas y de mucha ayuda, justo como lo era mi madre” ↩
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El Hospital de los Inocentes de Florencia construido por Brunelleschi era un refugio para los niños huérfanos y abandonados. Andrea Della Robbia en cada tondo (que asemejaba a las ruedas donde de colocaba al bebé que se entregaba para girarlo e introducirlo en el edificio) esculpió a niños envueltos en pañales que buscaban la caridad de los ricos florentinos. ↩
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Robbia en toscano significa tintorero proveniente de una planta que se utiliza como tinte ↩
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Benedetto Buglioni, trabajó con Andrea della Robbia, y después creó su taller. Sus obras carecen del movimiento y la fluidez que en los drapeados aplicaban los Della Robbia. ↩
Réplica de la calabaza de Yayoi Kusama
Cestbon
Réplica en resina de la famosa calabaza de Yayoi Kusama, un icono del arte contemporáneo y la cultura popular, que la ha convertido en una de las artistas femeninas vivas más caras del mundo, en contraste con la modestia y sencillez de esa baya.