El método infalible para disfrutar del avistamiento de la estrella de Belén es tener confianza, paciencia y mantenerse fiel a las predicciones científicas. Yo sólo necesité de un poco de fe cuando la distinguí hace muchas Navidades gracias a las indicaciones de mi madre¹ acompañadas de un relato con dosis adecuada de veracidad y fábula. Ahora sigo disfrutando de cielos estrellados gracias a Crusoe, que suele invitarme a acompañarle en sesiones fotográficas nocturnas planificadas con PhotoPills y siempre me mantiene informada de todo lo que ocurre por el firmamento. Por eso, hace catorce días me advirtió de un evento celeste peculiar y mágico que comienza hoy: después de ochocientos años, coincidiendo con el solsticio de invierno, gracias a la alineación de Júpiter y Saturno, se producirá un fenómeno astronómico ¡y podría volver a ver la estrella que guió a los Reyes Magos hasta el portal de Belén!

A pesar de que científicos como Kepler² nos han dado pautas para contemplar el cielo, son los arqueólogos quienes han descubierto monumentos de más de diez mil años ³que ayudaron a nuestros antepasados astrólogos y artistas a medir el tiempo y a predecir los movimientos celestes. Como en Advientos pasados ya visitamos el archifamoso⁴ calendario del solsticio formado por ruinas de Stonehenge hay otros muchos calendarios en piedra que señalan el día más corto y la noche más larga (o al revés si cambiamos de hemisferio ) y algunos con una estética muy navideña.

El petroglifo del ciervo con cornamenta⁵ de Campo Lameiro podría parecer un antepasado con cuatro mil años de los renos que arrastran el trineo de Papa Noel si no fuera porque el gran número de ramificaciones de sus cuernas se ha interpretado como una cuenta astronómica en la que las astas miden años lunares y solares. Las misteriosas petroesferas⁶ precolombinas famosas por hacer correr a algún arqueólogo aventurero, con sus diferentes tamaños aportan la forma perfecta para ensamblarlas y hacer esculturas de muñecos de nieve, aunque las que se han encontrado alineadas con las constelaciones tenían por finalidad ser un calendario agrícola y algunos amigos de Indiana Jones las relacionan con el calendario astronómico que forman las líneas de Nazca⁷ y los moais alineados en la Isla de Pascua⁸. Y en este blog debemos mencionar al Candelabro de Paracas⁹ un geoglifo que señalaba la costa igual que las velas que se encienden en los candelabros de Adviento señalan la Navidad.

Aunque nunca sabremos si nuestros antepasados pretendían con estos geoglifos hacer intervenciones en el universo como hacen los artistas del Land Art¹⁰, buscando un espectador que descubra la belleza de la obra, sí tenemos claro que la cultura precolombina y el arte prehistórico han servido de inspiración a Robert Smithson para la Spiral Jetty ¹¹ en la orilla del lago salado de Utah, una escultur, que tras su construcción en 1970, quedó sumergida por una subida del nivel del agua hasta que una sequía posterior la redescubrió transformada por el efecto de la sal y del lodo.

Y para terminar, hoy nos mantendremos atentos al cielo kepleriano soñando, con que en algún solsticio venidero, Crusoe y yo podamos volar hasta el silencioso desierto de Utah, con cámaras, trípodes, la app de photopills …y una manta para acurrucarnos dentro de alguno de los cuatro cilindros de hormigón que Nancy Holt¹² calibró para enmarcar el sol en el horizonte durante los solsticios, y cuando anochezca, intentaremos pillar una buena foto de la estrella de Belén entre las constelaciones que se pueden observar a través de los agujeros de los Sun Tunnels.