Me imagino los remordimientos y el miedo que pasaron un día quince como hoy hace un año y ocho meses, en la galería de las Quimeras, las cincuenta y cuatro figuras híbridas, de animales, grifos, arpías y demonios creadas por Viollet-le-Duc y Lassus, inspiradas en las ilustraciones¹ de la novela que escribió Víctor Hugo en defensa de la catedral, cuando se incendió el tejado de Notre Dame. Las Quimeras² como buenas guardianas, acostumbradas a mantener el mal fuera de la Iglesia³ con su sola presencia, desearían haber sido unas verdaderas Gárgolas⁴ para poder arrojar agua por su boca en lugar de ser unas impostoras que expulsan chorros de fuego agravando la tragedia.

La Quimera más famosa es Estirga, apodada Burlona⁵ por su actitud dadaísta sacando la lengua como rechazo a las autoridades, no había nacido la mítica noche que cobraron vida las las Gárgolas, quienes, enfurecidas por la muerte injusta de Juana de Arco, abandonaron la catedral y sobrevolaron París para aniquilar a los que habían mandado a la hoguera a una inocente. Estirga, que pronto cumplirá doscientos años, se cree eterna porque se salvó de una catástrofe que podría haber sido mucho peor que el incendio del año pasado, de la que se libró gracias a una desobediencia directa a la orden de Hitller de dinamitar Paris.⁶ y no, como ella supone, por el derecho de acogerse a sagrado⁷ que se le otorga al que está dentro del recinto eclesial.

En la Gran Guerra Europea, el artista Marcel Duchamp⁸ había adoptado la postura de la Quimera Burlona mostrando una indiferencia absoluta cuando utilizó como esculturas objetos ya existentes para resignificarlos objetando así toda la historia del arte. Con esta actitud huyó del hogar del Jorobado, bastante ídem, a Nueva York al ser considerado antipatriótico por no estar abriendo fuego en las trincheras. En Nueva York, justo el año en que la contienda se convierte en mundial, el muy osado, presenta la obra de arte que cambia el rumbo de la historia: La fuente⁹ —un objeto colocado sobre un pedestal, firmado y fechado, con la función de dirigir líquidos no deseados para expulsarlos como hace una gárgola y con la pose de burla altiva de la Quimera Estirga— que conocemos como el urinario de Duchamp consiguió dinamitar los convencionalismos del arte, rompió la preponderancia de la escultura sobre la pintura y lo transformó de escultor a filósofo.

Gracias a la fuente Duchamp, precursor del arte conceptual, podemos entender que obras como la divertida Fuente Crown de Jaume Plensa¹⁰, formada por dos grandes surtidores con forma de torres en las que se proyectan caras cambiantes, se haya convertido en un punto de encuentro en Chicago ,como Notre Dame lo es en París, y que se entienda esta escultura como una gran gárgola que une los sentimientos ancestrales con las tecnologías más modernas.