La palabra agridulce no acaba de convencerme para explicar el recuerdo más triste y bonito que tengo de mi abuela materna del día de nuestra boda, cuando, tras la ceremonia, fuimos a darle un beso a su casa. Con 92 años era como Mamá Coco, ya no tenía autonomía, no hablaba y apenas nos reconocía y al acercarme para achucharla se le iluminó la cara, le brillaron los ojos, me miró, me reconoció y pudo hablar, en ese instante mágico susurró algo precioso, y fue como si la abuelita de Pixar se transformara en la Venus de Milo.
El viaje a París que hicimos después de perderla sí fue agridulce; volvía a la ciudad de la luz y del amor muy bien acompañada pero un poco triste, me había quedado sin abuelos, mis padres eran huérfanos y estaba molesta con el ciclo de la vida. En esa ocasión quizás no fue la mejor idea hacer tanaturismo en Pere Lachaise1 porque el cementerio está lleno de árboles2, plantas y tumbas con escenas de lamentos y figuras yacentes que hacen hincapié en la muerte despertando al visitante un sentimiento de nostalgia romántica. Del tour de las celebrities3 de las sepulturas de esta necrópolis, la que más recuerdo es la de Oscar Wilde, aunque hubiese preferido para señalar su tumba la estatua del exquisito cuento de hadas del Príncipe feliz con la golondrina, que muere de frío besando los labios del príncipe, en lugar del conmemorarle con el ángel alado. Tengo que reconocer que me gustó el motivo que eligió el escultor, discípulo de Rodin, como alegoría a la historia de amor de la esfinge4 sin secretos aunque, en mi opinión, era innecesario tanto trabajo (el traslado del cuerpo a Pere Lachaise ni la polémica estatua para llenarla de besos5) ya que, como aprendimos en el monumento funerario que mejor honra el más allá Coco6, «solo morimos cuando se nos olvida» y la vida y las obras Oscar Wilde son la mejor lápida.
Nos despedimos de Jim Morrison, Marcel Proust, Edit Piaf, Amadeo Modigliani… y al día siguiente en el Louvre saludamos a la Venus de Milo y los toros alados asirios nos recordaron la tumba de Oscar Wilde y una historia de la Venus y el escritor, digna de un episodio de los Simsons7, que contaba Oscar Wilde sobre un americano que envió una copia de la Venus de Milo por tren y que cuando llegó sin brazos demandó a la compañía ferroviaria y ganó el pleito.
Fue una excursión intensa en la que aparecieron otras tumbas dignas de París, ciudad del amor: un monumento funerario para el corazón, tallado en una sola pieza de mármol, que pensándolo bien nos recuerda un entierro actual, con aforo limitado, formado sólo por las tres gracias (o las tres virtudes) que entrelazan sus manos sosteniendo una urna, ahora vacía8, destinada a albergar los corazones de una familia real9 y el sarcófago etrusco de un matrimonio que descansa con una sonrisa eterna.
Y allí, cuando nos quedamos solos en la sala de los esposos Cerveteri, me reconcilié con la vida porque, si la muerte es el olvido, el arte puede impedir este efecto y prolongar la existencia.
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El Cementerio del Père Lachaise se llama así por el confesor de Luis XIV, François d’Aix de La Chaise, que vivió muchos años en una casa que tenían los jesuitas donde está el cementerio. Su arquitecto Brongniart murió e fue enterrado en el cementerio. ↩
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Es de los espacios verde más grandes de París, hay más de cinco mil árboles desde un arce centenario de doce metros, un castaño de indias, ginkos … ↩
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Al principio los ciudadanos preferían enterrarse en los cementerios del centro aunque fuesen insalubres y para animarles se empezaron a trasladar al nuevo cementerio cuerpos de famosos como Molière, Jean de La Fontaine y Abelardo y Heloisa, la pareja símbolo del amor prohibido. Ahora hay más de 70.000 sepulturas. ↩
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La escultura, inspirada en las figuras asirias, desnuda fue censurada como indecente, tapada con una lona por la policía y finalmente castrada. ↩
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Cuando Oscar Wilde dijo ”Un beso puede arruinar una vida humana" no se imaginaba que nueve años después de su muerte sus restos cambiarían de cementerio ni que su tumba iba a estar repleta de besos de carmín. Hace nueve años se protegió la piedra con una mampara de vidrio para que no se deteriore con el carmín de sus fans. ↩
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El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) ha considerado que la Factoría Pixar reinventa la animación y su obra es arte pionero porque fusiona el dibujo y la escultura tradicional con la tecnología digital. Se crean esculturas hiperrealistas durante la fase del diseño de los personajes y los creadores las utilizan para visualizar a los personajes desde cualquier posición y al final ayudan a los modeladores 3D para crear la tridimensionalidad. ↩
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Los Simpsons en el episodio 9º de la sexta temporada honran a la Venus de Milo convertida en gominola y en el episodio 18 de la vigésima temporada parodian a Oscar Wilde convertido en el fantasma de Canterbury. ↩
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Catherine de Médicis la encargó para guardar el corazón de su difunto marido con los de sus hijos y su propio corazón. ↩
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Esta escultura se reprodujo como fundición para adornar muchas ciudades como fuentes o alumbrado. ↩