Estos días a Raquel se le ocurrió la terrible idea de entretener a sus hijos, de seis y cuatro años, leyéndoles un cuento muy raro: la entrada del día uno de este Adviento. Leo y Laia fueron sinceros en su opinión y dijeron «no me gustó, era feo y no aprendí nada», «me gustaría que fuera de deportes o de triatlón» 🤣🤣🤣. Hoy hace ciento dieciocho años un profesor de gimnasia se encontró con una situación bastante peor, se le aburrían unos jóvenes de la YMCA y para matar el tiempo con unos cestos de melocotón inventó el baloncesto y sus reglas.

Otro quince de diciembre hace ochenta años se estrenó, con muy buenas críticas, la película más vista de todos los tiempos, Lo que el viento se llevó; espero que mi amiga Raquel prefiera distraer a sus niños con un pase de El Mago de Oz de ese mismo año que, aunque en su estreno fracasó como el esperanto¹, con el tiempo empezó a recuperar lo invertido y, a los veinte años de su estreno, el musical technicolor empezó a dar beneficios y se convirtió en una máquina de hacer dinero como la torre Eiffel².

Y a lo mejor, hoy, quince de diciembre y domingo de gaudete, mientras ven alegres El Mago de OZ y empieza a sonar Somewhere over the rainbow los pequeños ya han dejado de aburrirse: Laia disfruta del cuento viéndose como la niña Dorothy que quiere volver a casa³ con Totó y la imaginación de Leo interpreta que el cerebro que quiere el espantapájaros, que la valentía que necesita el león y que el corazón que añora El Hombre de Hojalata son el trasfondo de las cualidades de sacrificio, disciplina y compañerismo que busca un triatleta⁴.