Soy fan de Gregorio Luri, un filósofo que se define como maestro y que escribe siempre con mucha sensatez. Esta semana, en uno de sus videos en Youtube decía que un hijo no hace caso de los consejos paternos, sino de su conducta y entonces recordé a otro Gregorio, interpretando a un íntegro abogado y buen padre en Matar a un ruiseñor1.
To Kill A Mockingbird aborda temas educativos importantes: cómo mantenerse fiel a tus principios, la necesidad de empatizar, o aprender a transigir. Esto último lo entendieron bastante bien los traductores del título de la obra, al acordar sustituir mockingbird (Mimic Thrush o Cenzontle, un pájaro burlón y gran imitador de sonidos) por nightingale (Luscinia megarhynchos o ruiseñor, literalmente galán de noche, por su capacidad para cantar por la noche y de hacerse oír en ambientes ruidosos).
El descubrimiento de América y la shakespearemanía contribuyeron a esta confusión. Al llegar a América, Cristobal Colón escuchó el canto del imitador de voces sinsonte y le llamó ruiseñor porque le recordó al pájaro europeo. Mucho más tarde, un fan de Shakespeare con «la cabeza llena de pájaros» decidió que el Nuevo Mundo necesitaba las sesenta especies de aves que menciona Shakespeare en sus obras, incluido el ruiseñor. No tuvo mucho éxito.
En una historia de amor que se desarrolla en Verona, famosa porque los enamorados ni fueron felices ni comieron perdices, Shakespeare utiliza el canto simple y a la vez extraordinario del ruiseñor para expresar los sentimientos de los enamorados. Ante el mismo trino, Romeo, el sensato de la relación, identifica a una alondra-ave que canta cuando despunta la mañana; y Julieta, la insensata que no quería separarse de su enamorado, identifica al insomne y melancólico nightingale2 que canta de noche tan melodiosamente como la alondra cuando es de día. Para inmediatamente después, cambiando de opinión o poniéndose en los zapatos del otro, Romeo escuche un ruiseñor y Julieta entienda que es una alondra evocando la mañana.
¡Qué pena que las familias Montesco y Capuleto no tuvieran conexión a internet para conocer a Gregorio Luri o para ver este fragmento de matar un ruiseñor!
¡Feliz día!
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Gregory Peck ganó el Óscar al mejor actor por su interpretación de Atticus Finch. Precisamente ese mismo año estaba nominado en la misma categoría Burt Lancaster por su papel de ornitólogo presidiario por El hombre de Alcatraz. Harper Lee, encantada con la interpretación que hizo de su padre que falleció antes del estreno, le regaló al actor el reloj de su progenitor. Gregorio apretaba este regalo en una de sus manos cuando recogió la estatuilla. ↩
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El ruiseñor es un clásico en la cultura. Lo han fichado algunos de los grandes como los Reyes Católicos para el villancico Dindiridin dinridin dirindaya dindirindin; Garcilaso que le hace interpretar un papel trágico por una pérdida; Quevedo le contrata para una intervención cómica y escatológica; Góngora para contarnos una de mitología cultureta ; Andersen le dedica un cuento sobre el poder del verdadero arte influenciado en una musa platónica, que a su vez inspira a Stravinski un ballet y un poema sinfónico; Oscar Wilde que lo sacrifica en un cuento de hadas; y Walt Disney lo incluye en su banda sonora para hacer cantar a la Cenicienta. ↩
Gafas Gregory Peck
Oliver Peoples
En colaboración con los herederos de Gregory Peck, este diseño icónico de Oliver Peoples se inspira en el estilo de las gafas de Atticus Finch en To Kill A Mockingbird.