Usar hojas de laurel en la cocina es una muestra de que queremos realzar nuestras cenas navideñas, además de favorecer las digestiones de los comensales; tenerlas coronando nuestras sienes es un sĂmbolo de excelencia; y llevarla bordada en la ropa es una muestra de pertenencia a una tribu urbana.
Las primeras masticadoras de laurel fueron las sacerdotisas del Oráculo de Apolo en Delfos, aunque no lo hacĂan por razones gastronĂłmicas, sino adivinatorias. Al comer el fruto de esta planta consagrada a Apolo se comulgaba con la esencia del dios sol, produciĂ©ndose una transformaciĂłn —comĂşn a muchos cultos— o alteraciĂłn en la Pitia que lo ingerĂa, de la misma manera que Daphne se convierte en Laurel para no ser alcanzada por Apolo en la Metamorfosis.
En Grecia se entregaban ramas de laurel a los vencedores de los Juegos PĂticos; en Roma se laureaba a los Emperadores; y en la Edad Media se tocaba a los buenos estudiantes con una corona de laurel, Bacca Laurea Coronati, y asĂ los baccalaureatus acabaron dando el nombre al actual Bachillerato. Hoy la marca Fred Perry la utiliza como emblema de sus camisetas en recuerdo a las coronas que recibĂan los atletas griegos y puede que tambiĂ©n por sus propiedades botánicas de conservar el verdor y por la leyenda urbana de ser un árbol que no puede ser fulminado por el rayo.