Adviento 2017, día 18
La flor del helecho

Un mito medieval otorgaba poderes mágicos —invisibilidad, localización de tesoros ocultos— a la flor del helecho que brotara en la noche de San Juan. Hoy nadie busca flores en los helechos porque desde niños se nos enseña que estas plantas carecen de semillas y que se reproducen por esporas.

Pero la sexualidad de esta planta que lleva en la Tierra más de 300 millones de años fue un misterio hasta hace bien poco; de hecho, los botánicos se vieron obligados a inventarse una clasificación, plantas de sexo oculto, para evitar el embarazoso enigma de su ingenioso ciclo vital.

Los extraterrestres de La invasión de los ladrones de cuerpos lanzaban esporas desde el espacio exterior, dando origen a unas vainas que, en una segunda fase, germinaban como copias idénticas de los humanos que tenían la desdicha de dormirse en su cercanía.

Los helechos, como esos terroríficos ladrones de cuerpos, se reproducen también en dos fases. La primera es asexuada o esporófita: en los días secos y soleados, sus hojas en forma de pluma catapultan sus esporangios, estructuras esféricas que contienen las esporas y que ocupan el reverso de las hojas, y al caer germinan sin ningún tipo de fecundación. La segunda es la sexuada o gametófita: la planta catapultada crece tomado la forma de un corazón. Esta planta se pone romántica y se reproduce con la presencia de agua, que la hincha y hace que se abran sus órganos sexuales masculinos (anteridios) y femeninos (arquegonios). Al madurar, se genera un retoño con cabeza de violín, idéntico al helecho que inició el proceso.

Como veis, sin rastro de flores ni extraterrestres. Que se sepa.