Cuando utilizamos en Navidad el jengibre originario de Oriente no lo hacemos por su flor fresca y elegante con forma de antorcha, que florece todo el año en los trópicos, sino que tomamos su raíz para elaborar galletas con fines gastronómicos y ornamentales.
Es posible que el origen de estos adornos estuviese en la tradición iniciada por Isabel I de Inglaterra de agasajar a sus invitados con dulces con su efigie; o bien porque era una manera divertida y sencilla de proporcionar a los niños un antibiótico natural.
De todas las formas que pueden tomar estas cocciones, las más populares son las casitas y el muñeco de jengibre inspiradas en los cuentos de Hänsel y Gretel y The Gingerbread Man. La catastrófica fuga del muñeco con corazón de jengibre y alma de canela se publicó en 1875 en una revista infantil, convirtiéndose en uno de los cuentos clásicos del género comidas que huyen de sus cocineros o Fleeing Pancakes. Sus desdichas se han recuperado recientemente con la conversión del personaje en Jengi, el hombre de jengibre de la saga de Shrek.
Si el exceso de repostería os elevó el colesterol, os recomiendo una infusión de jengibre; y si os produjo calor, podéis refrescaros con cerveza de jengibre, receta que popularizó Enyd Blyton para Los Cinco… y vivir una aventura llena de acción y suspense que nunca termina con episodio canibalista.
¡Buen Provecho!