A 78º Norte, en el archipiélago de Svalbard, se encuentra la Bóveda del fin del mundo, un Arca de Noé vegetal dónde se almacenan cientos de miles de semillas de los principales cultivos para protegerlos de posibles ataques o cualquier catástrofe global que ataque la biodiversidad.
No encontraremos la semilla de la flor de escarcha entre las especies protegidas en este Banco Mundial; ni siquiera el Tío Gilito, con todo su dinero, podría elaborar estas bellezas naturales que crecen sobre el océano a partir de pequeñas imperfecciones en la superficie cuando las temperaturas del agua se aproximan a los -22ºC.
Podemos descubrir jardines de flores de hielo en el Ártico, en la Antártida y en estanques de agua dulce; e incluso si observamos nuestro congelador es posible ver germinar una flor de escarcha doméstica.