Viajes en el tiempo

Todos los 22 de diciembre hacemos un viaje en el tiempo. La cantinela de los niños de San Ildefonso, a modo de la radio-despertador que una y otra vez apagaba Bill Murray en el día de la Marmota, nos teletransporta a las navidades pasadas, a ese primer día sin cole, en el que las imágenes del telediario retransmiten celebraciones y brindis de personas felices y contentas por su fortuna1.

Los griegos personificaron los fenómenos temporales con tres divinidades2 y nosotros disfrutamos de estas aventuras con títulos imperecederos como la sátira del pasado de Un yanqui en la corte del Rey Arturo; el futuro inquietante de los Morlocks de la Máquina del tiempo; el perfecto mecanismo de los viajes de ida y vuelta de Marty y Doc en Regreso al Futuro; los entretenidos bucles de acción con sayonaras de Terminator; la adaptación oscura y atrayente con giratiempo de Harry Potter y el Prisionero de Azkabán; la preocupación por los experimentos biológicos de Doce monos; los ocho minutos de misión y regreso de Código fuente; las complicadas visiones con conejo de Donnie Darko; las lagunas mentales de los diarios de El efecto mariposa; la inteligente, divertida (y un pelín emotiva) Una cuestión de tiempo… En algunas de estas obras —al estilo del clásico Cuento de Navidad de Dickens— se realiza un aprendizaje sobre las consecuencias de las decisiones tomadas (o dejadas de tomar) y se busca, en el retorno, atrapar un momento excepcional. Estos viajes en el tiempo, a menudo se complican porque combinan bucles temporales con avances y retrocesos secuenciales, creando paradojas, produciendo efectos o consecuencias que no son del todo aceptados por la Ciencia.

Stephen Hawking nos deja claro en este episodio de su programa divulgativo Genios que, salvo al estilo Proust, es improbable que puedas viajar al pasado. Hawking consigue que tres personas corrientes experimenten las teorías de Einstein. Los protagonistas del documental superan unas pruebas (conducen tres DeLorean3, usan relojes atómicos…) y descubren cómo funciona la cuarta dimensión y concluyen que sí es posible viajar hacia el futuro.

El Planeta de los Simios, 1968

Este planteamiento hace que el Planeta de los Simios4¡ojo, peligro de spoiler!— sea un viaje factible teóricamente, dónde la máquina utilizada es la nave espacial en la que viajan tres astronautas. Después de dieciocho meses en el espacio, aterrizan a trescientos años luz de su lugar de partida, en un planeta desconocido y, antes de perder su nave, concluyen que se encuentran en el año 3978. Los tripulantes apenas han envejecido, partieron en 1972, pero en la Tierra han pasado 2006 años desde entonces. La historia de Pierre Boulle llevada al cine por Franklin J. Schaffner aplica la teoría de la relatividad de Einstein y cumple lo que argumenta Hawking sobre los viajes en el tiempo.

El joven Marcel Proust El joven Hiroshi Nakahara

Del sorteo de hoy, el tercer premio en los viajes en el tiempo —por respetuosa con la ciencia, por lo menos en cuanto al viaje— le ha tocado a la pesimista visión sobre el futuro de la humanidad de El planeta de los Simios; el segundo premio —por su sentido del humor y por su proximidad con la tradición de el día de la Candelaria— a la original e ingeniosa comedia de El día de la Marmota; y el gordo al cómic Barrio Lejano, en el que Jiro Taniguchi con unas simples viñetas que nos atrapan, nos hace ver cómo la memoria es la parte más esencial de nuestra personalidad, regalándonos un viaje a nuestra infancia, para poder disfrutar de todas esas pequeñas cosas que, en su momento, nos pasaron inadvertidas, y que puede que nos expliquen lo que somos hoy. Os lo recomiendo.

  1. Tiqué o diosa fortuna griega, madre de Kairós, el duende del tiempo, decidía la suerte de los mortales de forma aleatoria. Se le representaba jugando con una pelota. 

  2. Los griegos crearon tres divinidades para personificar el tiempo: Kronos, el eterno nacer y perecer (el tiempo tal y como lo pensamos siempre, dónde siempre hay un reloj); Aión, el eterno estar y retornar sin muerte (el tiempo de los libros, de los cuadros, de las películas, de la música… siempre nuevos aunque se lean, se miren, se vean, se escuchen… infinitas veces, dónde el reloj desaparece) y Kairós demonio fugaz que aparece como inspiración, oportunidad y nos lleva a otra dimensión (sería el momento en el que en el surf se coge la ola, ese justo momento en el que entras en equilibrio). Kronos se representa como un anciano con una guadaña, Aión como a un niño y un anciano a la vez y Kairós como un adolescente con una balanza en desequilibrio al que es difícil atrapar -tiene un mechón delante y calva detrás. 

  3. Para los viajes en el tiempo de Marty se había previsto un frigorífico como máquina del tiempo pero fue sustituido por un DeLorean —con puertas de apertura vertical que semejan una nave espacial— para evitar que los niños se metiesen en las neveras de casa. También se cambió la mascota de Doc de un mono a un perro, de nombre Einstein (en 1955 la mascota se llamó Copernico). 

  4. Un hito en el género de la ciencia-ficción cinematográfica y toda una estimulante y subestimada alegoría sobre la condición y el futuro del ser humano. Su éxito radicó en: una excelente adaptación del guión, un innovador maquillaje de John Chambers (que también trabajó para la familia Monster e hizo las orejas de Spock), a la disonancia percusiva de su banda sonora, ser una pionera en el merchandasing y la inolvidable escena final de Charlton Heston en la playa. En una época en que las secuelas no eran algo común la película tuvo cuatro y dos series televisivas. Se convirtió en un fenómeno cultural con nuevas revisiones (Tim Burton, el Origen del Planeta de los Simios o del Amanecer del planeta de los simios). 

Barrio Lejano

Jiro Taniguchi

Un cómic que hace arqueología de la memoria, desmenuzando esos pequeños momentos que forman nuestra biografía y explicando aquello en lo que acabaremos por convertirnos, a veces a nuestro pesar.

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