Nunca me llamó la atención la capacidad de observación de la naturaleza, el espíritu aventurero, la forma física y el gusto estético que tiene mi madre; son cualidades innatas suyas, que percibo como naturales, y que nos ha regalado. Estas características, además de un don extraordinario por el arte y un profundo interés en la zoología, las he encontrado en el explorador Haeckel, inventor del término ecología, que con el viaje a uno de los destinos favoritos de mi madre le recuperó la tranquilidad y las ganas de seguir viviendo.
Ernesto Haeckel empezó a viajar a través de la lectura; las obras de Humboldt y los días de verano buceando en las aguas de la isla de Heligoland, capturando criaturas marinas, fueron los hechos determinantes que marcaron su vocación.
Ernesto siempre fue transparente acerca de sus inquietudes, estaba atrapado entre el mundo del arte y de la ciencia. Las descripciones humboldtianas le hicieron soñar con ser explorador para poder sentir la naturaleza con toda su alma e investigarla, pero sus padres le impusieron que finalizara sus estudios de medicina. Haeckel obedeció y terminó sus estudios, aunque, al no sentir esa llamada vocacional, esquivó de todas las maneras posibles el ejercerla1. Le gustaban la botánica, la anatomía comparada, los invertebrados marinos, los microscopios, escalar montañas, nadar, pintar y dibujar, pero detestaba la medicina y así se lo hizo saber a sus padres, que continuaban sin aceptar la idea de que su hijo quisiese ser un explorador científico.
Es en un viaje a Sicilia, cuando Haeckel encontró, en el agua marina que le traían los pescadores, el proyecto científico que le haría famoso: le llamó radiolarios2. Dibujando contemplaba y comprendía la naturaleza. Con el lápiz o el pincel sobre el papel y el ojo en el microscopio penetraba en el secreto de su belleza más hasta el fondo. Estaba feliz por encontrar un trabajo perfecto, que aunaba el ejercicio físico, la naturaleza y el arte, en el que descubrió más de 100 especies que ilustró de un modo poético y delicioso.
La comprensión, que parecía no conseguir de sus padres, se la proporcionó su gran amor Anna Sethe, que le apoyó siempre en sus sueños, le llamaba su Darwin alemán. Anna falleció el día que le dieron un premio por su libro sobre los radiolarios, y Haeckel quedó abandonado, muerto por dentro, inmune a la vida, dedicando dieciocho horas diarias al trabajo durante su luto. El resultado fueron dos volúmenes de Morfología general de los organismos en el que bautiza con la palabra ecología a la disciplina de Humboldt y exalta la defensa de la Teoría de la evolución, todo bañado con una tremenda amargura por la muerte de su esposa.
Tras finalizar Morfología General, dos años después del fallecimiento de Anna, emprendió el viaje a Tenerife, la isla a la que Humboldt y Darwin le habían otorgado una dimensión espiritual. Aprovechó el viaje para conocer a Darwin que resultó ser tal como lo había imaginado (mayor, con un aura de sabiduría y con una voz suave y amable), un anfitrión perfecto que le hizo sentirse como en casa, convirtiendo esta visita en uno de los momentos inolvidables de su vida. Ya en Canarias, con el resto de la expedición, visitó el Teide, en un día nevado para acabar padeciendo mal de altura3. Después, ya en Lanzarote4, estudió las medusas, mientras sus colegas estudiaban peces, esponjas y moluscos. Se bañaron todas las noches en las aguas de Arrecife escandalizando5 a los vecinos del pueblo que les llamaron los alemanes blancos.A su regreso estaba tranquilo y en paz.
Cuando en 1860 Heackel dibujó sus radiolarios, los consideró tan bellos que pensó que podrían ser valiosos como decoración de algún estudio, o que incluso podrían servir para crear un nuevo estilo. Con el cambio de siglo, se cumplió su predicción; sus ilustraciones para Formas artísticas en la naturaleza6 influyeron enormemente en el Art Noveau7.
¿A que son preciosas? ¡Feliz cumpleaños mamá!
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Cuando instaló la consulta médica, por imposición familiar, estableció unos horarios tan imposibles que le evitaban tener clientes. ↩
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Eran dibujos de pequeñísimos organismos unicelulares sólo visibles al microscopio. ↩
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Ya en la cima, Haeckel quedó impresionado de la limpieza del aire y, al igual que Humboldt, observó que era posible identificar desde esa altura los escalones de la vegetación. ↩
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Ésta fue la primera expedición en estudiar en profundidad muchos de los animales marinos en las islas considerada terra incognita en cuanto a los rizópodos e hidromedusas. Haeckel reunió alrededor de 500 especies raras o nuevas que se plasmaron en investigaciones posteriores. Sus colegas fueron Richard Greeff, Hermann Fol, Nikolai Nikolajewitsch Mikloucho-Maclay y en la isla alquilaron una casa que le llamaron la casa de los cuatro naturalistas. ↩
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La expedición de Haeckel fue aquel invierno el tema central de las conversaciones del pueblo, y objeto de elucubraciones: se dijo que el verdadero propósito era espiar porque el gobierno prusiano pretendía conquistar el archipiélago; según otra versión, trabajaban para el gobierno francés. También se les atribuyó brujería: no entendían que con tanto baño no estuviesen muertos, por lo que debía de existir un conjuro para que se encontraran perfectamente. ↩
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Por otra parte en su libro El enigma del universo explicó los fundamentos filosóficos de su visión monista del mundo. Veía a Dios en la naturaleza y sostenía que, mientras hubiera científicos y artistas, los sacerdotes y las catedrales serían innecesarios. ↩
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Influyó en Gaudí, Sullivan, Tiffany, etc. Haeckel explicaba en el epílogo de su obra a los artesanos, artistas y arquitectos cómo utilizar correctamente sus motivos, clasificando los organismos de acuerdo con su importancia estética, y con comentarios como extremadamente rico, muy variado y significativo o de diseño ornamental. ↩
Anillo de compromiso de 1890
Desconocido
Un anillo de compromiso original, hermoso y único: la geometría de su diamante hipnotiza.