Algunos estudios sostienen que un urbanita actual visualiza tres mil imágenes diarias, más de un millón al año. Creo que se quedan cortos. Resulta lógico que en épocas como la Navidad -con su marketing agotador- nos encontremos hastiados. Para estos momentos los cuadros monocromos y a-icónicos1 de Mark Rothko pueden servirnos para nuestra dieta detox visual.
De toda su obra, para encontrar silencio y paz, me iría hasta Houston para cobijarme en su capilla octogonal2: concebida como un centro abierto a todas las creencias, Rothko decoró el espacio con pinturas de gran formato de superficies oscuras que nos rodean íntimamente sin encerrarnos3.
En ocasiones se comparan la capilla sin ventanas de Rothko con la luminosa Capilla del Rosario de Vence de Matisse4. Ambas son la última gran obra de esos artistas. Una, producto de un encargo de un matrimonio de coleccionistas, John y Dominique de Menil; la otra, fruto de una amistad y sufragada por una congregación dominica. Rothko llegó a la pintura vacía de imágenes por la admiración de Habitación roja de Matisse5. Ambos decían entender sus santuarios en la línea de los fresquistas del trecento italiano que les habían fascinado en sus viajes. Los dos artistas trabajaron sus obras desde el primero al último detalle 6, pero cada uno aplicó su técnica característica: Rothko con colores oscuros al óleo superacuosos en lienzos para expresar emociones y Matisse con pinturas y vitrales luminosos aparentemente simples que transmiten una sensación de reposo, frescura y libertad.
A Chagall no le entusiasmaba la Capilla del Rosario de Vence, creía que «no había sido realizada para orar». Por su parte, decoró tanto sinagogas como catedrales —incluso el comunista Léger7 había decorado la iglesia de Sacré-Cœur d’Audincourt—, y consiguió salvar diferencias entre comunidades religiosas.
Cuando estudiaba en Santiago y se me planteaba algún problema y no podía acudir a Houston acababa entrando en la Catedral, hacía el recorrido turístico y lejos de tranquilizarme con la tradición/superstición de los croques y los deseos, siempre salía como nueva después de sentarme un rato en la Corticela, iglesia para peregrinos y forasteros, mi capilla favorita. Era llegar al pasadizo que la une con la catedral, mirar hacia las escaleras y encontrarte con la Epifanía de los Magos8 en el tímpano de la capilla recibiéndome y el frío del granito compostelano me apoderaba congelándome las preocupaciones, siempre estornudaba pero salía, fresquita y como nueva.
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Se ha dicho que es el primer iconoclasta contemporáneo. Consigue eliminar las marcas del pincel en el lienzo, disuelve el color de forma que genera una atmósfera de recogimiento, logrando abrir ventanas dónde antes había muros. ↩
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Rothko se ocupó de la arquitectura eligiendo una planta octogonal que evocara una fuente bautismal. En el año 326 el emperador Constantino mandó construir la Iglesia de la Natividad de Belén, un cuerpo de base octogonal cubierto con una cúpula y con una abertura en el suelo para que los peregrinos pudieran contemplar la cueva dónde nació Jesús. ↩
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Rothko tenía necesidad de comunicarse con su receptor por eso utiliza un formato vertical -evitando el amontonamiento de espectadores en las salas- retira los marcos y se preocupa mucho por su disposición —próximos al suelo- y por su iluminación, que penetraba desde la cúpula, para conseguir un diálogo que llamó matrimonio entre mentes. Sus creaciones no finalizaban hasta que el público las sentía, el cuadro debía ser para el espectador. Lo tenía tan claro que llegó a decir: Quienes lloran frente a mis cuadros viven la misma experiencia religiosa que yo viví al pintarlos ↩
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Matisse presumía de ateo diciendo mi única religión es el amor a mis trabajos, sin embargo en una ocasión le comentó a Picasso: cuando todo sale mal nos refugiamos en la oración para volver a encontrar el clima de nuestra primera comunión. Tres años antes de morir, cuando terminó la capilla, se contestó a la pregunta: ¿Creo en Dios? Sí, creo, cuando estoy trabajando. Cuando soy sumiso y modesto me siento rodeado por alguien que me hace hacer cosas de las que no soy capaz Al abrir este enlace se puede ver el resultado de la capilla y en este otro los bocetos cedidos por el hijo del artista a los Museos Vaticanos. ↩
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Rothko contempló y estudió el cuadro Habitación roja de Matisse llegando a la conclusión de que al pintar todas las superficies de la escena del mismo color lo potenció. ↩
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No fueron los únicos a los que les preocupó por el espacio dónde se instalarían sus cuadros; por ejemplo, *Claudio de Lorena** concebía sus obras en función del lugar donde iban a ser colgadas, y qué objetos tendrían a su lado. Así las tres cuartas partes de sus cuadros son pares y complementarios oponiendo temas como: campo y mar, mañana y anochecer, tonos fríos y cálidos. ↩
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Fernand Léger siempre estuvo preocupado por temas sociales por eso su arte es directo y fácilmente comprensible por las masas. Admirador del catolicismo por su influencia en el creyente aceptó el encargo y decoró una iglesia aplicando su estilo personal de representación de objetos. ↩
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También en Santiago hay otra Epifanía en granito al que le queda algo de la policromía original atribuido al maestro F. Paris en la Iglesia de San Fiz de Solvio dónde se dice que el mismo Apóstol construyó una ermita y que años después el ermitaño que allí vivía descubrió el campo de estrellas dónde estaba enterrado ↩
Rothko Chapel
Morton Feldman
El acompañamiento perfecto para nuestra dieta detox es esta obra de Morton Feldman, pensada como una obra de arte total, también de gran formato, para degustar con las pinturas de Rothko; una sintonía perfecta de dos artistas esotéricos más preocupados por el proceso creativo que en la creación en sí.