Siempre que llegan estas fechas al abrir la caja de los adornos navideños nos reencontramos con nuestras tallas favoritas, las que encontramos en San Petersburgo en nuestra luna de miel. Les hemos puesto nombres: a la figura del anciano de azul le llamamos Ded Moroz —Дед Мороз, algo así como Abuelo Nieve—, la figura que hace las veces de Papa Noel en Rusia; a los hipsters barbudos portadores de agua y de vodka (el agua de la vida) les hemos bautizado como Cirilo y Metodio, pues como creadores del alfabeto y traductores pensamos que son los encargados de leer las cartas al Abuelo Nieve; y a las figuras de las chicas músicas decidimos nombrarlas como Irina y Tatiana, por las profesoras de Ruso de Juanjo. Y de banda sonora, esto.
Como una cosa lleva a la otra, es inevitable que al hablar de folclore ruso se mencione a Iván Bilibin —Иван Билибин—, uno de mis ilustradores favoritos de todos los tiempos y espacios, con maravillas como El zar Saltán o El cuento del gallo de oro. Es en este momento cuando recuerdo la historia que con gran ternura cuenta el padre del pequeño Orestes de cómo su viejo supo transmitir a su hijo la pasión por este ilustrador y por esta profesión. ¡Feliz Navidad, Álvaro!